La mastitis puerperal es una complicación de la lactancia, pero no es necesario que dejes de dar de mamar. Te explico cómo hacerlo.
Además de la mastitis, durante la lactancia materna, son varias las razones que pueden llevarte a terminar con ella y pasar al biberón: las grietas, los pezones planos o invertidos, que tu bebé no se agarre bien al pecho, que tengas una producción insuficiente de leche… la mayoría de ellas son causas relacionadas con el bebé y con una técnica inadecuada de lactancia.
¿Qué es una mastitis?
Llamamos mastitis al proceso inflamatorio de la mama que, en la mayoría de los casos, cursa con infección. Cuando ocurre en el contexto de la lactancia materna se le denomina mastitis puerperal. ¿Te ha pasado alguna vez?
La mastitis puerperal se produce principalmente cuando hay una obstrucción en alguno de los conductos que transportan la leche. La leche materna no puede pasar, se acumula y provoca una inflamación localizada. Si lo dejamos evolucionar, se infecta e incluso puede formar un absceso.
Cualquier otro mecanismo por el cual la leche quede «estancada» (succión insuficiente, mal agarre del niño, etc.), será un factor predisponente a provocar una mastitis.
La mastitis puede aparecer en cualquier momento de la lactancia, pero es más frecuente que ocurra en los 3 primeros meses.
Hasta un 95% de los casos se dan en estas 12 semanas, ya que a partir de aquí, y sobre todo coincidiendo con la incorporación al trabajo de la madre a partir del 4º-5º mes, la lactancia materna exclusiva disminuye su prevalencia hasta en un 50%.
Puede afectar tanto a una mama (unilateral), como a las dos (bilateral).
El principal microorganismo que provoca la infección es el estafilococo (s. aureus y s. epidermidis sobre todo), y en menor proporción la producen el estreptococo y algunos tipos de enterobacterias y levaduras.
¿Cuáles son los síntomas de la mastitis?
Los síntomas de la mastitis son muy parecidos a los de la congestión mamaria, con aparición de calor, zona indurada y enrojecimiento cutáneo, que se dan en el área de la obstrucción. El dolor y la fiebre (>38.5 °C) son los síntomas más característicos, y a su vez, los definitorios de la infección.
También puedes notar cansancio, escalofríos y dolor de cabeza, secundarios a la fiebre.
Como ya te he comentado, es necesario diferenciar la mastitis de la ingurgitación mamaria, ya que los síntomas se pueden parecer al principio. De hecho, todas las mastitis cursan con una congestión de la mama en su inicio.
La diferencia principal es que la ingurgitación se deriva de la congestión que se produce en las mamas con la «subida de la leche», y que es una respuesta fisiológica (normal) de tu organismo. Las mamas se preparan para lactar.
En cambio, en la mastitis con infección hay un agente externo (un microorganismo) que la provoca, y es necesario un tratamiento para combatirlo.
Otra diferencia fundamental es que la afectación (el enrojecimiento, calor, tumoración) en la mastitis es casi siempre local, se produce en el lugar de la obstrucción, mientras que en la ingurgitación es generalizada en toda la mama.
¿Cómo se trata la mastitis?
Cuando aparece la sospecha de una mastitis debes acudir a tu médico o ginecólogo. Él te indicará el tratamiento adecuado que debes tomar, que constará de antitérmicos/analgésicos para la fiebre y el dolor, así como de antibióticos para la infección, en caso de haberla.
Obviamente, el tratamiento primario se hará previniendo el estasis lácteo, con un correcto vaciado de la mama y una correcta técnica de lactancia, evitando en la medida de lo posible la aparición de grietas y heridas, ya que son una puerta de entrada de microorganismos.
Ante la sospecha, lo ideal sería hacer un análisis microbiológico de la leche para saber con exactitud qué clase de agente patógeno está provocando la infección, pero a veces las molestias son tan intensas que no se puede esperar a los resultados de un cultivo para empezar un tratamiento.
Los antibióticos más utilizados son los betalactámicos o derivados de la penicilina (la cloxacilina es el de elección), y en caso de alergia a las penicilinas, la clindamicina o eritromicina.
Si tienes fiebre y estás tomando antibióticos, puedes seguir dando el pecho siempre que tu ginecólogo te paute un medicamento compatible con la lactancia. Consúltaselo.
Recomendaciones sobre la mastitis
Es fundamental en este caso que la mama no se congestione, así que ponte a tu bebé al pecho para que lo vacíe correctamente. No pasa nada que tome leche de la mama afectada, su sistema digestivo contiene suficientes «defensas» como para combatir a los posibles microorganismos que contenga la leche, así que tranquila.
Si por alguna razón tu médico desaconseja la lactancia durante esos días, utiliza un sacaleches. Pasado este periodo, podrás continuar con las tomas normalmente.
La aplicación de frío-calor local (en la zona afectada) también puede serte útil.
Si tomas antibióticos, puedes continuar con la lactancia. En realidad, la cantidad de medicamento que llega a tu bebé es mínima, por lo que la lactancia materna es totalmente segura. Sólo asegúrate de que sea un medicamento «aceptado» para estos casos.
En caso de que aparezca un absceso (colección de pus), habrá que drenarlo. Hoy día esta complicación es muy rara.
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